El hombre que arrodilló a un país
Era el año 1981. En ese momento, Pablo Escobar Gaviria avanzaba en el afianzamiento de un emporio criminal que tuvo como epicentro la ciudad de Medellín, donde vivía con su familia. Las primeras manifestaciones del narcotráfico se habían dado en Colombia en los años 60, con la llamada bonanza marimbera, focalizada en la costa Caribe, pero con repercusiones en todo el país y un punto importante de expendio de marihuana en Cali.
En medio de estas transacciones empezó la comercialización de pasta de coca que llegaba de Bolivia y Perú y que también tuvo buenos compradores en la capital del Valle; allí fue realmente donde empezó a forjarse el negocio clandestinamente, así como el tráfico hacia los EE. UU.; la demanda permitió consolidar las primeras rutas con personas que movían la droga por los aeropuertos, sin mayores inconvenientes.
Pero en el segundo semestre de 1981, Escobar ya tenía una relación financiera ilegal con los hermanos Jorge Luis, Juan David y Fabio Ochoa Vásquez, así como una visión global del narcotráfico que lo llevó a abrir nuevas rutas aéreas y marítimas por Centroamérica hacia las costas estadounidenses en Florida y California. Muy pronto tuvo el control del 80 por ciento de los estupefacientes que ingresaban a ese país, así como del negocio en las calles de Los Ángeles, Miami, Nueva York y Chicago.
La demanda de cocaína significó el fortalecimiento del cartel de Medellín y la pesadilla para Colombia. Con su poder corrupto, Escobar llegó al Congreso y el país empezó a conocer su barbarie el 30 de abril de 1984, con el asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla. Desde esa fecha no pararon los homicidios y atentados terroristas.
Pablo Escobar compró las conciencias de militares, policías, políticos, empresarios, jueces, fiscales y periodistas, pero también terminó con la vida de decenas de ellos. Sumió al país, en la década de los 80, en el caos y la barbarie.
‘El Patrón’, como lo llamaban con respeto sus subalternos, creó un modelo sicarial que hoy se mantiene, reclutando a los jóvenes de las barriadas populares de Medellín.
Pero su historia terminó a las 2:50 de la tarde del 2 de diciembre de 1993. El bloque de búsqueda de la Policía ubicó y neutralizó a Pablo Escobar Gaviria. Esta operación se convirtió en el punto de quiebre en la lucha contra el tráfico de drogas. La caída del jefe de la organización narcotraficante más tenebrosa demostró que ninguno de los capos o estructuras eran imbatibles.
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